MAESTRO DE AJEDREZ
"… según su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra." 2 Pedro 3:13
En la escuela secundaria, estaba orgulloso de mi talento para jugar al ajedrez. Me uní al club de ajedrecistas; y, en cada tiempo libre, leía detenidamente libros sobre distintas jugadas. Estudié técnicas, gané la mayoría de las partidas y dejé de jugar durante 20 años. Después, conocí a un ajedrecista realmente bueno, quien había seguido perfeccionando su juego, y descubrí cómo es jugar contra un maestro. Aunque yo tenía libertad de hacer cualquier movimiento, ninguna de mis estrategias importó mucho, ya que su superioridad garantizaba que todas sirvieran siempre a su objetivo.
Quizá esto describa nuestra condición espiritual. Dios nos da libertad para rebelarnos contra su diseño original, pero, aunque lo hagamos, terminamos sirviendo a su meta final de restauración (Romanos 8:21; 2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1).
Esto ha transformado mi manera de ver las cosas buenas y las malas. Las buenas, como la salud, los talentos y el dinero, pueden presentarse a Dios como ofrendas para servir a sus propósitos. Y las malas, como las discapacidades, la pobreza, la disfunción familiar y el fracaso, pueden convertirse en instrumentos que me acerquen a Él.
Con el Gran Maestro, la victoria está asegurada, al margen de lo que esté sobre el tablero de la vida.
Cuando no podamos ver la mano de Dios, confiemos en su corazón.